martes, 19 de junio de 2012

UNA EXCURSIÓN A LA GUADAÑA (y II)

A fin de comprobar in situ a los toros que una semana después serán lidiados en la corrida de San Pedro, una representación de Heraldo de Zamora, formada por Un Cojo sin muleta, el administrador del periódico, Julio Calamita, Sentimientos y el autor del artículo J. Puyitas, se trasladan hasta la dehesa de La Guadaña, donde pacen las reses de la ganadería de Santiago Neches.

Les acompañan en la visita el juez municipal de Granja de Moreruela, Juan Manuel Rodríguez y el médico de la misma población y colaborador de Heraldo, Herminio Esteban Pinilla y el vaquero de la ganadería señor Paulino.


UNA EXCURSIÓN A LA GUADAÑA


Nuestra opinión.

Decíamos anteayer que el veterano vaquero señor Paulino nos interesó un «razonado dictamen» sobre el detenido estudio que hicimos de los seis morlacos de la ganadería de don Santiago Neches, y como agradecimiento obliga, vamos a permitirnos emitir nuestra más sincera opinión, siquiera no se nos oculte, que para profetizar con acierto en estos intrincados laberintos de la tauromaquia, es medida aconsejada por la prudencia la de echar mano al obligado cliché de «Dios sobre todo».

Cuando a no gran distancia de aquellos siete hermosos ejemplares, con ánimo sereno conversaba con usted, mi respetable anciano, ya pudo apreciar que el concepto que me mereció la colección no pudo ser más favorable, como probaré.

De los siete animalejos, seis, cuando menos, pesan sus 27 arrobas por cabeza; el otro el majo Majito, debe traerse sus 24, bien corridas.
Todos ellos son finísimos, de pelo más que fino, bien armados, largos, y en una palabra, abuelito, de inmejorable presentación.
La historia, según usted, no puede ser más honrosa: en la tienta alcanzaron más brillantes calificaciones que muchos estudiantes presumíos.
Tampoco, que usted sepa han hecho cosas feas durante el internado en la dehesa.

Ahora ¿ llevarán gasolina en el motor?
¡Dios sobro todo! Repito.

Lo que si desde luego afirmo, sin temor a ser desmentido, es que a la corrida que el concienzudo y escrupuloso ganadero don Santiago Neches, envía para ser lidiada en la plaza del pueblo que tanto le quiere, no la aventajará ninguna, así, absolutamente ninguna, en excelente y admirable presentación: nunca con más verdad que en esta ocasión puede la Empresa anunciar pomposamente y hasta con orgullo que en la tarde del próximo domingo 29, se lidiarán seis hermosos y escogidos toros.

Esta es mi humilde opinión, que someto a «lo que resulte en dicho día» y emito en mi cuartelillo de la redacción de HERALDO DE ZAMORA.
Y cumplido con este, para mi gratísimo deber, continuo relatando cuanto hicimos, vimos, comimos y demás, en aquella inolvidable excursión a La Guadaña.

Un banquete.

Contentos, alegres y sobre todo entusiasmados con la soberbia corrida que veíamos en perspectiva y haciendo los naturales comentarios, encaminamos nuestros pasos hacia el comedor que las felices iniciativas de Juan Manuel y Herminio habían improvisado en uno de los lugares más pintorescos de la dehesa, en una frondosa alameda, próxima a la fuente y desde donde divisábamos un panorama encantador.

Decir que el banquete fue suculento y admirablemente servido es innecesario; en Herminio y Juan Manuel corren parejas sus grandes cariños para con los amigos, con su reconocida esplendidez.

Y para que nada faltase hicieron los honores de la fiesta la bella y distinguida señorita Petronila, hija de nuestro querido amigo Juan Manuel, acompañado de otra graciosísima joven, salmantina, nieta del venerable señor Paulino.
Es de justicia que demos publico testimonio de agradecimiento hacia la saladísima María, la imponderable doméstica de don Herminio, por lo esmeradamente que sirvió el banquete: de esa graciosa morenita, tienen mucho que aprender los camareros de ciertos hoteles.
Terminada la comida, fuimos a despedirnos cortésmente de los siete mocitos de Neches haciendo votos porque, en la tarde del domingo queden en el terreno que deben.
Solemnemente nos ofrecieron que así lo harían.

Nuestro regreso.

En la bonita cesta de los hermanos Pintas y un precioso carruaje del amigo Herminio, nos trasladamos a casa de éste, donde su amable y distinguida señora nos obsequió con un espléndido lunch, reiterando sus deseos de que no tardando organicemos otra nueva excursión a aquellos parajes donde tantas y tantas atenciones se nos dispensaron y que agradecemos de corazón, deseando se nos depare ocasión propicia de poder corresponder a ellas como se merecen.
A todos nuestros compañeros de excursión y sus apreciabilísimas familias, envía HERALDO DE ZAMORA las más expresivas gracias.

J.
Heraldo de Zamora, 25/06/1913

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