jueves, 19 de abril de 2012

LA DE AYER EN BENAVENTE 1912

En la presente temporada el revistero tiene el mal ángel, porqué no decirlo, de no asistir a una corrida de chipén, donde poder brindar a los lectores de HERALDO DE ZAMORA una revista de órdago, pues parodiando a Pepe Moros,

cuando hay toros
no hay toreros...
cuando hay toreros,
no hay toros...

Quisiera ser imparcial al juzgar la corrida de toros que ayer se celebró en la mezquita taurina de la villa de Benavente, pero mi amor por la simpática localidad y el cariño que siento por sus habitantes, hacemen que me parezca bien todo cuanto en ella se hace y si en la crítica peco de parcial, dispénsenme y a otra cosa.

La entrada era regular, para no perder, y en las localidades de preferencia había ramilletes de mujeres bonitas luciendo con donaire, gentileza y gracia la clásica y española mantilla de encaje. Las había, queridos lectores, de buten, y sus ojos refulgentes hacían competencia al astro rey que calentaba de verdad y tostaba el blanco y nítido cubil de aquellas beldades que volvieron loco perdío a mi compañero J. Puyitas, que lucía precioso borsalino, sombrero de la casa Hernández, de Zamora.
Desde allí al cielo.

Del reloj de Santa María la Renueva sonaron las cuatro.
Un fotógrafo de la Bañeza hizo un grupo de nuestros jacarandosos cuerpecitos, para remitirlo a los periódicos de la villa del oso y del madroño, y será graciosísimo que unos cuerpecitos tan sandungueros y castizos como el de J. Puyitas y un servidor de ustedes, salgan estampados en papel couchét, como decía Tomasillo Morán, mi compañero de barrera.

Sonaron las cuatro y con puntualidad ocupó el palco presidencial don Eulogio Ortega, quien ordenó que Rufino San Vicente, Chiquito de Begoña, mi distinguido amigo y compañero de viaje, se diera una vueltecita por el redondel en unión de su gente montada y de a pié.

Antolín Arenzana, Recajo, sustituía a Muñagorri en la suplencia del pincho.
Hízose el paseo a los acordes de un flamenquísimo pasodoble y Chiquito de Begoña, aun no curado por completo del palotazo que le dio en el circo taurino de Bilbao un parladé, nos brindó el capote, (tabaco y oro) que colocaron de colgadura en sus barreras Amelia Suárez y Julita Santiago, no sin protestar J. Puyitas que deseaba tal honor para otras querubes que tenía a su lado.

Se abrió el portón de los sustos y los mayorales del marqués de Llén, titulo pontificio, dieron suelta al

PRIMERO

Llámase Regatero, más negro que el sombrerito gaona que lucía el revistero, marca Reinoso, y que no quiso chambar con Chiquito por el cariño que siente hacia el chapeo a cuyo físico hácele piramidal.

Regatero, que debió proceder del campo tradicionalista, se queda parado como diciendo: ¡ojalá! me dejen solo.
Chiquito le ofrece unas verónicas elegantes, y lo pone en condiciones de entendérselas con los de aúpa.
Rubio y Cid tientan la piel de Regatero por cuatro veces, y el primero pierde en la pelea un jaco con menos sangre que otro de madera que en su puerta tenía el saladísimo Ricardo, Pintas.
Africano y Mellaito adornaron el morrillo del manso cornúpeto con tres pares de rehiletes, y pasó a la jurisdicción de Chiquito que vestía de plomo y oro.
Pocos pases con la derecha para cuadrar, y aprovechando larga una estocada delantera que hizo polvo al de Llén.
Palmas al niño.

SEGUNDO

Melino, negro listón, marcado con el número 71 y sale con más pies que su dueño y señor cuando figuraba, si es que perteneció, a las huestes carlistas.
A las primeras de cambio Melino se declaró buey y con trabajo tomó las varas reglamentarias.
Rufino quiere hacer algo que el torito o babosa no consiente y los chicos sin pararse en lujo clavan cuatro pares de banderillas y Recajo les ayuda magistralmente con el capote; por algo es maestro.
Rufino tampoco emplea muchas filigranas con la franela, puesto que el bicho no lo merecía, y en cuanto pudo se perfiló entrando recto para dejar un pinchazo en su sitio
Repite la suerte y endiña media lagartijera, lo suficiente para enviar a la eternidad a Melino que marcha renegando de su suerte pura.

TERCERO

Torrecillo llamábase el que salió en tercer lugar, vestía de negro meano y tenía marcado el 64.
Rufino le saluda con unas semirevoleras, que se aplauden.
Los varilargueros mojan cinco veces el rejoncillo, en la sangre de Torrecillo, que debía ser de horchata, y haciendo cosas muy feas se libró del tuesten.
Mellaito y Cuco colocáronle los reglamentarios pares, y Chiquito, conociendo lo que tenía delante, y sin andarse con monerías, larga una estocada a toro parado que resulta algo delantera.
Encorajinado porque Torrecillo no se movía, Rufino se tira a paso de banderillas mandando a su contrario al desolladero.

CUARTO

Respondía en la vacada por Bonito, negro, de mejor tipo y más arrobas que sus hermanitos.
En el primer tercio ni , ni . Resultó fané la pelea de Bonito a la que el amigo Infesta pagó por los cinco moruchos.
Pareado por los chicos de Begoña pasó a entendérselas con el maestro.
Dos con la izquierda, otro con la derecha, uno por lo alto, puesto que Bonito bajaba la gaita, fue la labor del chico de las de Begoña para terminar con su cometido.

QUINTO

Aquí el adagio de que no hay quinto malo, no puede aplicarse, mi distinguido marqués.
Bis, Torrecillo, listón y negro, número 70, de la estadística de la casa de don Juan Manuel Sánchez, de Salamanca, nos salió a las primeras de cambio por peteneras y quería buscar la puerta para juyirse en busca de mejor suerte, de una carreta que arrastrar.
Recajo, el valiente novillero bilbaíno, desconocido en toda la región de Castilla pero entusiasta de Marianita la filia de Manuel y enemigo mortal de los paivantes, le ofreció el capote y el muchacho demostró tener quinqué y circunstancias haciendo cosas mu diznas y de toreros ¡Olé! los niños con reaños.
Los maestros a petición del respetable parearon.
Chiquito, llegando como los propios ángeles clavó medio par por dos veces.
Su brazo izquierdo necesita mucho masaje para jugarlo con más soltura.
Recajo, clavó uno que se aplaude y con la venia del usía, empalma la flámula y se va en busca de Torrecillo menor que estaba hecho un marmolillo.
Arte, elegancia, toó derrochó el niño con el trapo rojo y en cuanto preparó se tiró en corto y ceñido arreando una estocada, que solo tuvo la falta de estar un poco baja, pero fue lo suficiente para que Torrecillo muriera sin puntilla.
(Aplausos).

RESUMEN

El espectáculo aburrido por las malas condiciones del ganado del excelentísimo marqués de Llén, criador de reses bravas, de Salamanca.
Caballos, fenecieron cuatro por benevolencia de los del castoreño.
Picando, Cid; banderilleando, Mellaito; y bregando, Africano.
El maestro, tratando de agradar a la concurrencia pero sin suerte, por la mansedumbre de sus cuatro enemigos y no estar del todo curado de la paliza que le dio el Parladé en Bilbao.
Recajo, hecho un hombre con el capote, decentito con los palos y acertadísimo con la muleta y el pincho, siendo sacado en hombros.
La presidencia discretísima, y benevolente con el ganadero, dando a los toritos el poco o mucho castigo que se merecían.

El desfile piramidal, y el revistero deseando llegar a la hora de partir el tren para Zamora, no por aburrimiento, puesto que las horas en la condal villa se pasan agradablemente, sino para contarles a ustedes lo que este humilde servidor vio en la plaza toros, pues de los restantes festejos se encargará de relatarlos el amigo J. Puyitas, a la vez que les contará a ustedes las aventuras de un perrito, hermoso ejemplar que adquirió en Benavente, de raza no conocida en esta región, y que es digno de ser admirado por los aficionados a sport cinegético.

Con el permiso de ustedes a los cuales brindo gaona en mano ésta mal hilvanada revista, se despide hasta la primera, dando las gracias al honrado pueblo benaventano por las distinciones de que fuimos objeto los representantes de Heraldo de Zamora.

Un Cojo sin muleta
Heraldo de Zamora, 09/09/1912

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