viernes, 11 de noviembre de 2011

LAS FIESTAS DE LA MAGDALENA 1911

La localidad de Moraleja del Vino, distante de la capital apenas ocho kilómetros, celebra sus fiestas patronales en honor de La Magdalena, el 22 de julio de cada año. Hoy en día cuenta con alrededor de 1.400 vecinos, pero a principios del siglo XX, su población casi duplicaba la que se registra en la actualidad.
El día anterior El Heraldo prometía que las fiestas estarían animadísimas y los Hermanos Pintas, habían establecido un servicio especial de cómodos y elegantes carruajes con el fin de permitir fácil y económicamente el traslado de visitantes desde la capital.
Al parecer diversos problemas, que el revistero no acaba de desvelarnos, entre la autoridad local y el clero impidieron que la función religiosa se celebrase como en años anteriores.
Además se da la circunstancia de que en las últimas semanas se habían producido diversos robos en distintos domicilios de la capital, y la población se sentía preocupada no solo con los escasos medios policiales con que se contaba, sino además acusaban a ésta de cierta indolencia.


LAS FIESTAS DE LA MAGDALENA

Para el revistero y para el vecindario de Moraleja del Vino, han pasado este año inadvertidas la tradicionales fiestas de la Magdalena.
Por dualismos ocurridos entre la autoridad local y el clero, este año la solemne función religiosa de los anteriores, y aunque el revistero conoce las causas y materias de la etiqueta, no se atreve a decirlo por temor de herir susceptibilidades.
La cosa es que no hubo función religiosa en la forma de años anteriores y que la animación no se notó en el pueblo.
La galantería de los mozos del pueblo hizo que en la tarde del sábado se suspendiera el baile que se celebraba en la Plaza, pues las gentiles señoritas de la localidad y de Zamora tuvieron que retirarse ante el pavoroso pavo que reinaba.
Por la noche, y con escasa concurrencia, se celebró en al salón de Arriba brillantísimo baile de manubrio lo que se repitió ayer en la Plaza, y por la noche en el salón con menor fortuna que el día anterior.
En Moraleja había caballitos del Tiovivo, y en los Casinos otros entretenimientos y distracciones honestísimas porque acaso con estas rachas de robos los adinerados guardan bien los fondos y no los exponen siquiera al recorrido de los ocho kilómetros que hay entro Moraleja y Zamora.
Es decir, que no hay humor ni dinero, y todos los turistas regresamos esta madrugada, cansados, sí, pero del aburrimiento y fastidio que producen saber ciertas cosas como las del robo y otras que se las guarda

Alfonso
Heraldo de Zamora, 24/07/1911

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