jueves, 3 de noviembre de 2011

LA FERIA Y FIESTAS DE SAN PEDRO 1911 (I)

EL DÍA DE AYER


Orgullosos debemos estar los zamoranos después de la brillantez que el día de ayer revistió para nuestro pueblo. Zamora apareció desde el amanecer engalanada con animación inusitada.
La afluencia de forasteros de la provincia era grandísima, como hacía muchos años que no se conocía y desde las primeras horas de la mañana comenzaron a llegar automóviles de Salamanca, Valladolid y León, que animaban el cuadro prestando a la población un aspecto moderno de alegría.
El festival taurino que por la tarde había de celebrarse con el concurso de matadores de gran tronío indudablemente atrajo a Zamora un público distinguido de las provincias vecinas, que patentiza de manera rotunda que si con cuidado y unidos todos los esfuerzos se ponen al servicio del fomento de nuestra feria, ésta cada año que pase revestirá mayor solemnidad, siendo fuente segura de ingresos para el Comercio y la Industria, a los que debe alentar en el camino emprendido al triunfo alcanzado en el día da ayer.
Como punto que merece rectificación estamos en el deber de manifestar que es creencia nuestra, opinión abonada por infinidad de juicios recogidos del ambiente, que Zamora debe procurar por todos los medios retener siquiera otro día a los forasteros, brindándoles atracciones que por estar al alcance de pueblos de la importancia del nuestro y con la cooperación de cuantos tenemos interés en el fomento de la feria de San Pedro, con un pequeño esfuerzo de todos, siquiera puede hacerse un ensayo para el año venidero, organizando dos corridas de toros, espectáculo el único que hoy da brillo y nombre a las fiestas de las poblaciones.
Felicitaciones muy sinceras, que el Heraldo no escatima, merecen el Comercio e Industria de Zamora, la Comisión organizadora de la corrida de toros, que demostró saber lo que se traía entre manos, contratando al Fuentes, Cocherito y Bombita III. Y gracias merece la Prensa regional toda que infatigablemente ha hecho con perseverancia una propaganda que es acreedora a la gratitud de nuestro pueblo, que supo responder en la medida de sus fuerzas, dando atracción y alegría a los forasteros, los cuales al regresar a sus respectivos destinos lo hacían encantados de su breve estancia en Zamora.
Es decir, que en la ocasión presente no han resultado defraudadas ninguna clase de esperanzas. El día, canicular y bochornoso, hasta mostróse espléndido con la población, manteniéndose a ratos en perspectiva de tormentoso, pero sin llegar a resolverse, transcurriendo al fin, como eran los deseos de todos, sin que desluciera las horas cortas de solaz.
Por la mañana celebróse en la plaza del Cuartel viejo el mercado de madera que vióse concurridísimo y animado en extremo, así como el de los ajos en la plaza de Moyano, sin que hubiera contrariedad de ninguna clase. A la misma hora, y en la Plaza Mayor, efectuóse también el tradicional y típico mercado de mozos de labranza, en el que los románticos ven aun reminiscencias esclavas. A la demanda de trabajo del labrador corresponde la oferta de prestación de servicios de los mozos que contratan sus brazos desde el día de ayer hasta el de San Miguel, en el próximo Septiembre. También hubo orden regular en la Plaza Mayor.
A la hora de comer, las fondas y comedores se vieron abarrotados de gente. El Hotel del Comercio, la fonda del Suizo, el Café de París y Café Español, con esmero y prontitud dieron muestras de que en nuestra capital no resulta conflicto el resolver problema tan pavoroso como el del alojamiento transitorio de forasteros, y los comedores de dichos establecimientos resultaban abundantes hormigueros humanos.
Sobre las tres de la tarde, el Comercio empezó a cerrar sus puertas, comenzando esa alegría peculiar que antecede a la fiesta taurina. En la plaza de Sagasta, centro obligado de la población, materialmente resultaba imposible dar un paso. Incesantemente iban y venían los coches atestados de personas y discurrían los automóviles dando al aire marciales las notas de sus bocinas, ¡A los toros! ¡A los toros! decían los aurigas brindando asiento, y en efecto, todo el pueblo de Zamora y los forasteros, nuestros visitantes, trasladáronse al circo taurino donde Fuentes, Cochero y Bomba III, magistralmente se las entendieron con los seis buenos mozos de Muruve.
Mas tarde, el paseo Avenida de Requejo, amenizado por la banda provincial, dirigida por el simpático maestro Haedo, fue el punto de reunión de la gente, que tuvo frases de encomio para el buen gusto y la afinación con que ejecutó aquella, bajo la batuta de Haedo, un escogido programo de su ya vasto repertorio.
La hermosura, el donaire y la elegancia de nuestras paisanas fue allí el tema obligado de la conversación de los forasteros. En realidad, sin pasiones ni parcialidades, cierto es que entre las mujeres de Castilla no son las zamoranas en las que la Naturaleza pusiera menos dones.
Y así transcurrió el día, acabando los festejos con la quema de los fuegos artificiales en la ribera del Duero.
Es decir que marcó una etapa en el fomento de la feria de San Pedro, en que todos estamos interesados, y de desear es que ante la enseñanza de la realidad vayamos todos aprendiendo que con esplendidez y buena voluntad aún podemos hacer resurgir lo que a la vuelta de media docena de años puede darnos crédito de pueblo español moderno.
Así, pues; ánimo y a ello, que HERALDO DE ZAMORA no será nunca de los rezagados en prestar su apoyo a todo lo que signifique progreso y evolución para nuestra capital.

Un cojo sin muleta
(Heraldo de Zamora, 30/06/1911)

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