lunes, 7 de noviembre de 2011

ANOTACIONES SOBRE LA FERIA DE SAN PEDRO 1911

Tras la lectura de la extensa crónica que Un cojo sin muleta firma en el Heraldo de Zamora, se deduce que las ferias y fiestas de San Pedro de 1911 han supuesto un éxito excepcional, tanto en la organización de las distintas ferias como en la masiva afluencia de forasteros desde diferentes rincones de la región.
El Adelanto de Salamanca, en la crónica firmada por El Timbalero el 30 de junio de 1911, refleja el entusiasmo y animación con el que la afición salmantina realiza su traslado a Zamora. Señala que el convoy ferroviario estaba formado por veintitantas unidades, entre máquina, furgón y coches de primera, segunda y tercera clase. Según sus informes se han vendido más de 400 billetes de las tres clases. El diario El Salmantino confirma en su crónica la elevada concurrencia de salmantinos cifrando esta cantidad en 400 o 500 personas.
El Timbalero relata que para realizar el traslado desde el centro de Zamora donde había comido a la Plaza de Toros, emplea el servicio de un landeau, carruaje traccionado por caballos, ya que no era aun usual el empleo de automóvil. Por dicho trayecto el precio a pagar fue de 0,50 pesetas.

El Heraldo de Zamora días atrás, había alertado a las autoridades sobre el peligro para la seguridad publica que constituye el espectáculo de los fuegos artificiales, por la aglomeración de público que se reúne sobre el puente de piedra, cuyas barandillas metálicas cumplen el cometido para el que fueron proyectadas, pero que pueden sucumbir ante los embates de la ola humana que por la noche ha de fijarse sobre ellas. La iniciativa de los fuegos artificiales se debe a Ursicino Álvarez, alcalde de Zamora a finales del siglo XIX, el espectáculo desde entonces forma parte de los programas de festejos de las fiestas de San Pedro.

La feria del ajo se celebraba en la denominada plaza del instituto, hoy de Claudio Moyano, donde en la actualidad se ubica la Biblioteca Publica.

La “feria de mozos” hoy, ya desaparecida, se celebraba en la Plaza Mayor. En dicha feria se contrataban los mozos para las tareas agrícolas de la recolección. La feria se celebraba en muchos lugares de España, bien el 24 de junio, festividad de San Juan o el 29, festividad de San Pedro.
Después de acordar el precio, labrador y mozo refrendaban dicho acuerdo con la indispensable “robla”, sin la cual el compromiso no tenía ninguna validez. Esta consistía en beber unos tragos de vino amigablemente. El término se piensa que se deriva del asturleonés, que es como se reconocía el cierre de un pacto o contrato (firma) en los mercados y ferias. Esta escena de la firma mediante la robla, la relata de manera espléndida José María Pereda en sus Escenas montañesas en un capítulo llamado así:

No hay, pues, título de propiedad que valga, si falta la fe de bautismo, el fiat del tabernero más próximo, LA ROBLA, para decirlo de una vez.”

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